Usted no sabe lo difícil que es encontrar el amor en estas condiciones.
Soy una chica buena, una perra que su deleite cuando tiene plata se compra un completo e
invita a sus otras perras. El completo es el sushi de mi cliente. Somos lo que comemos y yo soy
un completo. Mejor quiero ser una completa. Una travesti completa.
Eran las cinco de la tarde y hacía un calor de pobres. Ese calor insoportable que se siente en el
aliento, hasta el aliento era caliente. Hacía un calor que los pobres lo llevamos soportando de
niños, desde que éramos más pobres que ahora. Antes era porque no teníamos techo y
cuando tuvimos fue de chapa. Lata que yo y mi hermano menor trajimos al hombro roto desde
el otro lado una tarde de calor de perros. El otro lado, el lado de los que tiraban techos de lata
que los pobres retiraban de sus canteros de basura o contenderos de construcción.
Al hombro y a pie de ojotas con tiras refaccionadas trajimos ese techo pa la casa. El sueño de
tu casa propia ya tenía techo. Senté el muslo sobre mi comedor de piso de tierra porque
estaba fresco el suelo y me tiré panza arriba para mirar mi techo. Me emocione transpirando
porque podría seguir haciendo un calor de perros, pero ya la tormenta no nos inundaría. Las
travestis también transpiramos.
Con el calor de perros encima esa tarde yo y mi bolsito de arpillera que cosió mi madre con sus
manos de madre que con calor ama igual me fui bajo el parral. La sombra fresca y amanerada
que me daban sus hojas era el lipsinc de Amanda Miguel de mi época. Qué lindo abrazaban mi
cuerpo de travesti esas hojas mientras me preparaba para salir a trabajar. Sobre un pedazo de
laja negra de alguna casa, de algún cliente seguramente, depositaba de una mis cosas de
maquillaje. Delineador de carbón, base muy clara o muy oscura regalada y el dolor de una
máquina de afeitar que ya no afeitaba. Qué lindo me resguardaban los moretones las hojas de
parra. Parra que solo me daba esa tranquilidad de camerino todo el año, parra que no paria
uvas solo momentos e historias antes de salir.
Eran las cinco de la tarde, por los poros irritados aun lagrimeaba mi transpiración, mi
transexualidad. Mi madre andaba contenta y triste porque que cuando salgo a trabajar a veces
vuelvo y otras no llego. No llego porque no puedo, porque me pierdo.
Estaba hermosa en pleno calor de perros y en plena cinco de la tarde. El pelo de acá para allá y
los ojos bien delineados para impresionar. Me despedí, me fui.
A unos metros de mi casa me esperaba la Lorena, otra perra travesti hermana con la que
íbamos a trabajar a la misma zona. Nuestras madres contentas por los techos nuevos nos
alzaron las manos mientras el camino se ensanchaba, mientras caras se alejaban.
La Lorena estaba más contenta que yo esa tarde. Le brillaba la piel. Te bañaste amiga le dije, se
rio. Nos reímos juntas a boca abierta, boca de hambre, boca de trabajo. Recuerdo su brillo.
Me bajo acá yo, dijo.
Lorena iba para otro lado, rara vez lo hacía
Por eso estaba tan brillante.
Las travestis a veces compartimos el cliente porque a veces el catalogo es acotado. Nosotras
somos respetuosas y manejamos códigos de amigas, códigos de trabajo. Una de las reglas es
no involucrarse jamas. A veces el corazón llama y son cosas del amor.El amor travesti rompe barreras, rompe calor y lo convierte en nieve, en una tarde fresca bajo
cualquier techo de lona o chapa. El amor travesti es algo que entregamos porque nos hace
sentir más perras que nunca.
Somos psicólogas y terapeutas de otros, no podemos con nosotras mismas, pero si con el
mundo. Somos las perras de la calle. Las mujeres que nadie quiere saludar en el
supermercado. Las chicas que en el barrio se respeta. Somos las desgracias de las familias, las
violadas, abusadas y asesinadas. Somos como tanto las otras. Si no hay justicia por las otras
imagínense justicia por nosotras.
En la cartera llevaba un pedazo de trapo limpiecito que a cada rato acariciaba mi cara que
transpiraba, dos preservativos, un labial que a Lorena no le gustaba y quinientos pesos para
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