30 diciembre 2010

Antes y Durante (Cap 15)

Diciembre, veinte y seis del año dos mil cuatro. Las calles huelen a pirotecnia, las salas de urgencias repletas de niños esperando tristes ser atendidos. La plaza central rodeada de perros callejeros buscando en los residuos restos de festejos. Las tiendas con sus persianas metálicas bajas. Un feriado navideño día después y no entiendo porque. Llegué en taxi, José Manuel me esperaba sentado en la vereda del pasaje central.
- Ayudadme hermano con los equipajes. (Puse cara de amigo)
- Qué bueno tenerte en casa Ignacio, te extrañamos mucho.
Dije que volvería, pues aquí me ves. Os manda unos regalitos la abuela Elisa.
Todo, poco a poco volvía a la normalidad en casa. Mamá preparó un plato delicioso, de esos que solo ellas saben hacer con tanto amor y dedicación.
Se acercaba el año nuevo y Martin nos daba la libertad de recibir el nuevo número con quien queramos, en familia claro. Mis hermanas van a casa de mis primas más pequeñas, papá y mamá con sus hermanos. Falta decidir qué haría yo. Conozco de gente que le da lo mismo que vista, con quien este esa noche o que ponga en su plato. Otros organizan grandes reuniones gastando exuberante cantidades de dinero. Así funciona el negocio más importante a nivel mundial. Diciembre es el mes en donde gastamos más dinero en cosas innecesarias. Pues Elisa compró para cada uno de los familiares una prenda interior color rosa.
Tienes que usarla en Noche Buena que trae suerte dijo entusiasmada. Valla cuento millonario.
Todo mentira, la suerte la atrae uno mismo según la fe.
Erase una vez, un empresario con seis tiendas de calcetines en EE.UU, quien ya había vendido años atrás otras dos tiendas porque no le era rentable. Desde su mostrador observaba como se llenaban los bolsillos las tiendas de ropa, los supermercados, las pescaderías y las fabricas de juguetes. Algo debía hacer, entonces con el dinero de la venta de aquellos dos locales invirtió en graficas y pancartas y mandó a colgarlas en toda la ciudad.
“En Navidad, si Papá Noel le obsequia calcetines color rosa usted tendrá mucha suerte”. Decía.
Al año siguiente su negocio fue uno de los más rentables en el país, recupero aquello que había vendido y expandió su idea.
Todos quedaron atónitos mientras terminaba de entregarles los obsequios de Elisa.
- Ignacio, no le inventes cuentillos a tus hermanos, que trae suerte, la trae. (retirándose de la sala).
- (hacia ellos) – vale, cada uno es libre de creer lo que le dé la gana.
Estaba enojado conmigo mismo e intentaba acabar con las mentiras que nos vuelven comerciales en el periodo en donde debemos estar unidos sin importar lo que vistas. No creo en Navidad, eso no me convierte en ateo.
¿Qué festejamos en Navidad?
El nacimiento del hijo de Dios, dijo el padre en la misa de acción de gracias cuando tenía nueve años, que después en la bendición me rozo con su pene.
Sucede que mi dios no es el mismo que el de vosotros, por ende habría centenares de festejos diferentes con bases desiguales, hijos de valla a saber uno de cuantos dioses.
Tomo como referente a mi propia memoria, sabréis más adelante porque no creo de quien hablo.
Si tienes manos pues defiéndete, si tienes pies pues sal corriendo, si tienes boca pues habla, si tienes cerebro pues elige lo que quieres para TU vida. Si no tienes aquello cree en ti que aun siendo diferente vives por tus fuerzas.
Todo podría ser una buena idea, concentro mis energías y me recargo de las que circulan en Noche Buena dentro de la botella de champagne.
Descubrí que lo bueno es estar unidos, creo en el amor que rompe las reglas tradicionales, me gusta disfrutar y disfruto de perdonar, de recordar, de llorar felizmente.
Las Navidades nunca acabaran, entonces decidí convertir cada una de ellas en un momento mágico, fotografiar cada sonrisa, cada abrazo, cada susurro al oído de padre a hijo es mi Navidad.
Mira tú Metrópolis, mira más allá de los problemas, párate donde te dé el aire sobre el rostro. No eres solo tú el único que vive, no eres el único que está solo, no eres el único que perdió a mamá.
Cada Metrópolis es un planeta.
Cada planeta es otra Metrópolis. Tienes 9 posibilidades de ser feliz.
Decidí quedarme en casa, no preparé ninguna cena. Encendí velas por toda la sala, tendí una alfombra sobre el suelo y sentado de cuclillas recibí meditando el nuevo año. Pedí deseos a las estrellas que caían, me desahogué, me limpié, y puse música desde la terraza para que todos oyeran mi felicidad. Magníficos los colores que iluminaban mis pupilas cada vez que estallaban fuegos artificiales en el cielo. Brincaba de aquí para allá. Amaba mi soledad, estaba en transe, estaba oscuro arriba, había multitudes de globos revoloteando medios atascados por los cables de electricidad. Cerré los ojos y me deje llevar por el sonido envolvente, sentí como mi cuerpo se elevaba hacia lo más alto, algo me mantenía calmo, adormecido. No sentía mi cuerpo o quizás me sentía muy liviano, se me acariciaba el cuello, se me besaba el pescuezo. No quería romper la magia, luces multicolores que van desde el dorado al violeta me encerraron en forma de tubo con Sebastián, con su alma convertida en carne pero transparente.
Cada Metrópolis es un planeta. Cada planeta es otra Metrópolis.
Tengo 10 posibilidades de ser feliz.

29 diciembre 2010

La Sonrisa de Abuela Elisa (Cap 14)

Luciano llamó hasta que su factura telefónica colapsó, a veces yo, levantaba el tubo del teléfono solo para oírle respirar. Su boca no mencionaba ni una sola silaba mientras mantenía esos segundos el auricular sobre mi oreja.
Decidí viajar hacia el campo los días domingos, la abuela Elisa me recibía a cualquier hora con tal de tenerme como compañía. Juntos pasábamos toda la semana recorriendo el jardín. Me ocupaba de cortar las flores secas y después de trabajar posábamos los cuerpos al aire libre para tomar un té de manzanilla.
Elisa es una mujer magnifica de aquellas que siempre están felices porque si. Trabaja duro todos los días y jamás usó los servicios médicos. Amante de comer sano, coqueta, divertida, con una sonrisa perfecta, contagiosa y con mente de joven mujer.
Qué bien se siente cuando se es libre en medio del aire, que bien se está sin preocupaciones, que bien te trata la vida cuando le place. Ya no lloraba húmedo si no seco. Extrañaba a mis amigos y a Luciano también. La primavera estaba llegando, ya se veían manadas de abejas obreras rondar cerca de los dulces frutos de la higuera. Traían consigo ganas de reír a carcajadas, ganas de oír música.
Tú ya sabes cuándo te sientes mejor le dije a mi rostro del espejo mientras me cortaba al ras el pelo. Dejaba con cada trozo que caía todo aquello que había pasado, cuando terminé cogí el teléfono y llame a cada uno de mis amigos. Carolina y Andrea hermanas gemelas junto a lo demás organizaron de verme y al viernes ya estábamos sentados cuclillas sobre el césped hablando de que habíamos hecho en estas vacaciones. - Tenemos una sorpresa dijo Carolina, en verdad son dos en una sola. Andrea le tapo la boca para que no siguiese hablando.
Te vendaremos los ojos por un momento y esperad aquí que vengo por ti en un momento asintió una de ellas. Oí que le decían lo mismo a alguien más.
Carolina me tomo de la mano derecha llevándome detrás de ella a pequeños pasos hasta llegar al rosedal, reconocí estar allí cuando estuve sentado por el chillido de la madera vieja, estaba sobre lo más valioso en recuerdos de Elisa, en donde junto a su Amor jugaban al ajedrez tarde a tarde hasta que murió naturalmente frente a ella. Apoye ambos codos sobre la mesa desparpajada. Mis ojos ciegos despertaban otros sentidos en mí, los oídos me transportaban a todo el predio, la cascada que llenaba el lago, del otro lado las rosas de Elisa.
Todo era manejado por una de las gemelas quien luego dijo
- Han de contar hasta diez para quitarse la venda de los ojos.
Seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno, en voz baja hasta cero cuando al momento de quitar la ceguera de mi cuerpo observé en recto a quien terminaba de quitarse las manos del rostro, Sebastián estaba sentado frente mío, vestía tal cual como la ultima vez, parpadeé varias veces porque la luz nublaba mi vista como si tuviese alguna basurilla en ambos ojos, cuando visiblemente aclaré se lanzaron dos brazos hacia mí, Luciano era mi sorpresa. La mesa y sus dos sillas se desplomaron enseguida, quedaron restos de cenizas, cada vez menos, culpa del viento que se las llevaba.
Se nublo, el césped secó, las rosas congeladas mantenían su perfil incoloras. Nos tomamos de las manos y dimos de a vueltas de izquierda a derecha, viceversa también. En medio nuestro empezó a crecer desde la tierra una enredadera enorme, color azul, hojas azules también. Contradictoriamente no nos enredaba si no que crecía velozmente hacia arriba, hacia el cielo, su tronco raíz debía ser muy fuerte, no sé cómo lograba mantenerse recta tan débil rama a mi vista.
Descocía donde estábamos, no había nadie más que nosotros. Había algo que me llevaba a trepar el enorme árbol, quería subir. Tengo ganas aun. Luciano me hablaba, decía algo cada vez fuerte pero no se oía en absoluto, miraba sus labios esforzarse para gritarlo pero era inútil. Mezclado con el sonido de las tejas desprendiéndose de su techo madre de toda la vida sonaba en su misma velocidad de sonido una canción fecunda que embriagaba el cuerpo erizando los bellos de mis brazos. Mi garganta se incendiaba cada vez que preguntaba si Sebastián estaba presente, si era él quien estaba allí en verdad. Como un dragón, disparaba fuego de mi boca que caía velozmente al suelo quemando los restos de césped secos. Fuego que se llevo las rosas congeladas, fuego que ardía a la velocidad del sonido canción, sonido de las tejas desprendiéndose de su techo madre de toda la vida.
Caí desparramado a los pies de Luciano quien intento levantarme, junto a los demás de un momento a otro que aparecieron entre las llamas que veía yo mientras yacía ojiabierto en el césped. Me estremecí al volver en sí cuando me sentaron en la silla de los recuerdos de Elisa.
Mágico y real aquello, me sorprendí, Luciano no habló de la magia que nos encerró por momentos a los dos, como si yo hubiese sido el único participe de aquello. Me sonreí.
Los minutos siguientes se hicieron horas en el campo junto a ellos, mis queridos sinceros. No despegue mi mano enlazada a la de Luciano, Andrea tomó su guitarra y en la sala nos deleitó con melodías de nuestra banda favorita. Elisa enseguida preparo la cámara fotográfica y nos tomó una a todos juntos, después fotografié al grupo con mi abuela sentada en mi lugar, abrazada de Luciano.
Aventé sosteniendo la fotografía instantánea y noté que en todas las copias obtenidas había una luz blanca que tapaba mi rostro y el de Luciano.
- Quítale el flash y toma otra dijo carolina entusiasmada por una perfecta.
Tomé una que otra más y le pedí que la revelase ella, ahora si están mejor, dijo.
Les agradecí por venir hasta aquí y prometí estar bien, pero nada podrá asegurarme que lo estaré.

27 diciembre 2010

La Duda (Cap 13)

A pesar del profundo dolor que atravesaba mi alma, dedique doce de mis días al centro de investigaciones de la provincia. Declare cinco veces sentado sobre un banquillo de hierro en el cuarto azul viejo de la jefatura de criminología. Decían sus voces uniformadas que los homosexuales son impulsivos y que no sería la primera vez que uno de nosotros pierde la libertad por peleas amorosas que terminan en la mayoría de los casos en tragedia.
Faltan menos de dos semanas para que concluya el año y el comportamiento del terrorismo doméstico o familiar no disminuye sino que parece que alcanzará cifras records. A día de hoy van 77 hombres asesinados por sus parejas gays, más de 20 hombres asesinados por sus mujeres y veinte niños por sus padres. Las mujeres asesinadas por sus parejas han aumentado un 137% pasando de 56 en años anteriores a las 77 hasta la fecha, siendo la cifra mayor desde que se llevan los datos según la serie del Ministerio de Igualdad.
Me señalaban dedo a dedo como asesino, sabiendo dios que yo no empuje a Sebastián por el ventanal, legalmente soy inocente pero emocionalmente soy el único responsable.
Retírese que lo llamaremos luego dijo el abogado de la familia. Volví a casa con mi torso devastado por permanecer sentado tanto tiempo. No logre dormir ni la cuarta parte de un sueño normal.
Había descendido en peso y mis huesos chillaban al levantarme del sofá. Logre explicarles a mis padres que había fallecido un amigo, suficiente cuento para que me respetasen con sus preguntas matutinas.
Anteriormente llegue a la capilla del pueblo, eran las siete cuarenta y cinco de la madrugada. Silencioso con mis pasos senté mi cuerpecillo en el último banco de la sala, apoye junto a mi gabán negro dos margaritas recién tajeadas del jardín de mi abuela Elisa y gacho de cabeza recé a María virgen.
Era casi la hora de partir para el cementerio que quedaba a veinte minutos en automóvil entonces me puse en pie de inmediato, se me miraba extraño, se hablaba entre orejas y vi pasando entre la multitud odiosa de verme a Rosana, quien se acerco hacia mi hombro lanzándose con un abrazo desparramado, desequilibrado de fuerzas. No llores por mi hijo, se que el amor era muy grande para caber en el corazón de Sebastián, Rosana remojo su dedos en agua bendita y marco sobre mi frente la bendición. Sentí un alivio sanador sobre mi cuerpo, el aire entraba y salía por mis narices sin atorarse cuando codeándonos acarreamos el ataúd hacia la puerta ayudado entre otros. No sentía peso sobre mis manos pues desde las costillas hacia arriba me partía en mil pedacitos. Llegando hacia la puerta antes de descompensarme dos personas retomaron la manija de mi costado dejándome atrás mientras avanzaba la procesión. Estaba solo en aquel lugar, si hoy volviese me emocionaría de la misma forma mientras os cuento esta historia.
Todos nosotros sin salvedades hemos perdido algo en la vida, las perdidas son parciales y/o totales en algunos casos, de ahí en más nos valemos por nuestras fortalezas para continuar viviendo. Tenemos que reinventarnos día a día, buscar nuevos amores que devuelvan luz a nuestros rostros, plantearse objetivos claros es la misión más lógica que dejan ver nuestros padres.
Cito la historia de la Reina Victoria que en 1861 fue un año trágico para ella : el 16 de marzo muere su madre, la duquesa de Kent, y el 14 de diciembre fallece su esposo Alberto, el Príncipe-Consorte. La pérdida de quien fuera su compañero, amigo y consejero devastó a Victoria, que mantuvo un estado semipermanente de luto y usó el color negro en sus vestidos para el resto de su vida, casi 42 años. Evitó las apariciones públicas y rara vez puso los pies en Londres durante los años siguientes, ganándose con ello el apodo de la "Viuda de Windsor". Ella consideró a su hijo, el príncipe de Gales, joven indiscreto y frívolo, como el culpable de la muerte de su padre.
Pero yo no podre al menos por un tiempo poder tener control mental y emocional de mi corazón como lo hizo la Reina, yo necesito del amor para vivir, para ser feliz, para tener una familia, para criar a mis hijos. Vera usted que haciendo el amor se tiene un hijo y teniendo sexo un goce.
Así, moribundo, sin voz de tanto gritar oí el llamado de mi madre que me esperaba con sus a brazos rotos en la esquina, camine. Viajábamos de regreso a casa cuando desperté sobre mi cama veintiocho horas después.