29 diciembre 2010

La Sonrisa de Abuela Elisa (Cap 14)

Luciano llamó hasta que su factura telefónica colapsó, a veces yo, levantaba el tubo del teléfono solo para oírle respirar. Su boca no mencionaba ni una sola silaba mientras mantenía esos segundos el auricular sobre mi oreja.
Decidí viajar hacia el campo los días domingos, la abuela Elisa me recibía a cualquier hora con tal de tenerme como compañía. Juntos pasábamos toda la semana recorriendo el jardín. Me ocupaba de cortar las flores secas y después de trabajar posábamos los cuerpos al aire libre para tomar un té de manzanilla.
Elisa es una mujer magnifica de aquellas que siempre están felices porque si. Trabaja duro todos los días y jamás usó los servicios médicos. Amante de comer sano, coqueta, divertida, con una sonrisa perfecta, contagiosa y con mente de joven mujer.
Qué bien se siente cuando se es libre en medio del aire, que bien se está sin preocupaciones, que bien te trata la vida cuando le place. Ya no lloraba húmedo si no seco. Extrañaba a mis amigos y a Luciano también. La primavera estaba llegando, ya se veían manadas de abejas obreras rondar cerca de los dulces frutos de la higuera. Traían consigo ganas de reír a carcajadas, ganas de oír música.
Tú ya sabes cuándo te sientes mejor le dije a mi rostro del espejo mientras me cortaba al ras el pelo. Dejaba con cada trozo que caía todo aquello que había pasado, cuando terminé cogí el teléfono y llame a cada uno de mis amigos. Carolina y Andrea hermanas gemelas junto a lo demás organizaron de verme y al viernes ya estábamos sentados cuclillas sobre el césped hablando de que habíamos hecho en estas vacaciones. - Tenemos una sorpresa dijo Carolina, en verdad son dos en una sola. Andrea le tapo la boca para que no siguiese hablando.
Te vendaremos los ojos por un momento y esperad aquí que vengo por ti en un momento asintió una de ellas. Oí que le decían lo mismo a alguien más.
Carolina me tomo de la mano derecha llevándome detrás de ella a pequeños pasos hasta llegar al rosedal, reconocí estar allí cuando estuve sentado por el chillido de la madera vieja, estaba sobre lo más valioso en recuerdos de Elisa, en donde junto a su Amor jugaban al ajedrez tarde a tarde hasta que murió naturalmente frente a ella. Apoye ambos codos sobre la mesa desparpajada. Mis ojos ciegos despertaban otros sentidos en mí, los oídos me transportaban a todo el predio, la cascada que llenaba el lago, del otro lado las rosas de Elisa.
Todo era manejado por una de las gemelas quien luego dijo
- Han de contar hasta diez para quitarse la venda de los ojos.
Seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno, en voz baja hasta cero cuando al momento de quitar la ceguera de mi cuerpo observé en recto a quien terminaba de quitarse las manos del rostro, Sebastián estaba sentado frente mío, vestía tal cual como la ultima vez, parpadeé varias veces porque la luz nublaba mi vista como si tuviese alguna basurilla en ambos ojos, cuando visiblemente aclaré se lanzaron dos brazos hacia mí, Luciano era mi sorpresa. La mesa y sus dos sillas se desplomaron enseguida, quedaron restos de cenizas, cada vez menos, culpa del viento que se las llevaba.
Se nublo, el césped secó, las rosas congeladas mantenían su perfil incoloras. Nos tomamos de las manos y dimos de a vueltas de izquierda a derecha, viceversa también. En medio nuestro empezó a crecer desde la tierra una enredadera enorme, color azul, hojas azules también. Contradictoriamente no nos enredaba si no que crecía velozmente hacia arriba, hacia el cielo, su tronco raíz debía ser muy fuerte, no sé cómo lograba mantenerse recta tan débil rama a mi vista.
Descocía donde estábamos, no había nadie más que nosotros. Había algo que me llevaba a trepar el enorme árbol, quería subir. Tengo ganas aun. Luciano me hablaba, decía algo cada vez fuerte pero no se oía en absoluto, miraba sus labios esforzarse para gritarlo pero era inútil. Mezclado con el sonido de las tejas desprendiéndose de su techo madre de toda la vida sonaba en su misma velocidad de sonido una canción fecunda que embriagaba el cuerpo erizando los bellos de mis brazos. Mi garganta se incendiaba cada vez que preguntaba si Sebastián estaba presente, si era él quien estaba allí en verdad. Como un dragón, disparaba fuego de mi boca que caía velozmente al suelo quemando los restos de césped secos. Fuego que se llevo las rosas congeladas, fuego que ardía a la velocidad del sonido canción, sonido de las tejas desprendiéndose de su techo madre de toda la vida.
Caí desparramado a los pies de Luciano quien intento levantarme, junto a los demás de un momento a otro que aparecieron entre las llamas que veía yo mientras yacía ojiabierto en el césped. Me estremecí al volver en sí cuando me sentaron en la silla de los recuerdos de Elisa.
Mágico y real aquello, me sorprendí, Luciano no habló de la magia que nos encerró por momentos a los dos, como si yo hubiese sido el único participe de aquello. Me sonreí.
Los minutos siguientes se hicieron horas en el campo junto a ellos, mis queridos sinceros. No despegue mi mano enlazada a la de Luciano, Andrea tomó su guitarra y en la sala nos deleitó con melodías de nuestra banda favorita. Elisa enseguida preparo la cámara fotográfica y nos tomó una a todos juntos, después fotografié al grupo con mi abuela sentada en mi lugar, abrazada de Luciano.
Aventé sosteniendo la fotografía instantánea y noté que en todas las copias obtenidas había una luz blanca que tapaba mi rostro y el de Luciano.
- Quítale el flash y toma otra dijo carolina entusiasmada por una perfecta.
Tomé una que otra más y le pedí que la revelase ella, ahora si están mejor, dijo.
Les agradecí por venir hasta aquí y prometí estar bien, pero nada podrá asegurarme que lo estaré.

1 comentario:

  1. que linda novela... me encantaria saber mas sobre los presonajes...

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