20 agosto 2012

El Huracán de Tokio (Cap. 24)

Actívate con pasión un poco más, alimenta tu motivación, crece todos los días, genera nuevas ideas, conéctate con eficacia, construye puentes, busca un mentor, escribe un plan, sigue hasta el final. Crea confianza, alimenta tu fe, supérate un poco más cada día, planifica tus sueños y alcánzalos, tolera la frustración y construye tu felicidad. Vive sin mentiras, canta una canción, limpia tus sábanas, enumera tus fortalezas y trabaja en tus debilidades. Permite llorar sabiendo que estas eliminando toxinas, recupérate pronto. Tómate tu tiempo, súbete a un árbol, amígate con las aves. Siéntate, toma un té y continua viviendo. Leí los avisos de alquileres, me motive con el primero que vi. Fue destino. Una construcción hecha para mí. No tenia habitaciones, estaba compuesto por un espacio llano con amplias ventanas que iban desde el piso hasta el techo. Las paredes eran románticas, tibias de color champagne. Tenía la vista directo hacia las montañas. El piso 24 era su record, la torre competía contra otros, ganando el puesto al más alto y más seguro de la ciudad. Me decidí sin pensar más. Que bien se siente el cambio en puerta, solo pensaba en mi felicidad, por momentos tenia pensamientos egoístas. Sobre el día de mudarme, me deshice de todo lo que pudiera recordarme a Luciano. Basta de motivos para acarrear sentimientos tóxicos. Llevaba en las manos una enorme pena cada vez que me abalanzaba hacia los muebles para vaciarlos, el ropero, ya no llevaba camisas con su perfume, la cama ya no existía. Nueve cajas apiladas listas para viajar me recordaron a cuando el se fue. Arrepentido quise recuperarlo y corrí después que el cerrara la puerta y al llegar al ascensor este marcaba en su visor piso cero, allí supe que ya había partido. Repetí la escena como si estuviese viviendo ese momento. Regrese a mi posición en el suelo mientras terminaba de pintar el ultimo sócalo. Mi comportamiento era bipolar, estaba feliz porque daba un gran paso y angustiado porque abandonaba otro. ¿Que es lo que quiero en verdad entonces?, me cuestione otras centenares de veces. Necesito comportarme firmemente y no anclarme, entonces espere el camión de mudanzas. Elisa se hallaba pulcra de sonrisa, enérgica sobre la vereda de mi nuevo hogar. Jalaba de la cuerda para desatar el nudo, cuerda que sostenía el escritorio para que no cayese durante el trayecto. Estaba desesperada por darme ese abrazo que se hizo esperar tanto tiempo. Olía a rosas de su jardín. Me prestó bellos recuerdos. Me contagió su energía de ganas, ganas de equipar la sala, ganas de colgar un cuadro, ganas de poner música, ganas de reírme todo el tiempo, ganas de oír noticias de casa, ganas al fin. Abuela Elisa, traía consigo ganas de quedarse conmigo. Quería ser mi madre de nuevo como de pequeño. Que bien me hace. Durante su estadía aprovechó para visitar a sus viejas amigas que no veía hace muchos años. Amigas que ni yo sabía que existían. Fuimos de compras, hablamos después de cada café. No hubo día que no llamasen desde su casa para preguntar como estaba, que cuando regresaría. De inmediato les colgaba a sus hijos y nos mirábamos picaros explotando en carcajadas. Bueno creo que es hora de volver a casa, parece que no hacen nada sin mí, esta bien, puse cara de pocos amigos. Viajó de regreso. Su visita había sido como vacacionar lleno de buenos momentos en dúo. Me despeje la mente, pensé en otras cosas, en cuando era niño y ella cocinaba tortas conmigo por ejemplo. La realidad es que ahora debía enfrentarme yo solo a esta nueva vida, sin relojes, sin sonidos extraños. La música fue mi gran sostén, recupere el habito de bailar y poco a poco rehíce mi grupo de amigos. Resistí a continuar faltando a mi trabajo, allí es donde todos me avanzaron con un abrazo de bienvenida. Esto anda bien dije. Aunque me haga el fuerte, aunque me vista de súper héroe, aunque investigue sobre la amnesia, aunque muestre simpatía en mi oficina yo no dejo ni un segundo de pensar en el. Hay partes de piel rajada que la llevo guardada donde no se ve, hay deseos de sus besos sin importar con quien este, hay un viento fresco que quiere que nos roce a los dos. El amor es tan simple de describir, pero solo aquel que haya bebido del amor sabe formular la oración correcta que lo define. ¿Estaré enfermo de amor o solo estoy acostumbrado a vivir a su lado?, es muy común confundir los sentimientos físicos y mentales. Es decir, si me voy de casa voy a extrañar a mamá, si me separo de mi pareja también voy a extrañarla, es normal. Pero el punto esta en saber si extraño a tal porque tenia la ropa limpia, porque me ayudaba con la tarea o porque lo amo. Lo que puede parecer amor quizás solo sea una sensación que solo el tiempo develara su significado. La diferencia de extrañar por acostumbramiento a extrañar por amor es muy fina, pero existe y no se debe confundirse jamás. Los libros de autoayuda no me sirven, se parecen mucho a los programas de televisión en donde plantean el sufrimiento como la causa del malestar. Oiga, yo no estoy sufriendo, solo necesito ayuda, una segunda opinión, dijo una creyente. Pague un diezmo de sus ingresos y rece tres ave María, se escuchó en la sala que estaba llena de peregrinos esperanzados. Di media vuelta y vomité sobre el cobertor de la cama. Enseguida cambié de canal. Me encontraba embriagado con una botella media vacía, la luna no me dejaba el rostro totalmente a oscuras, encendí seguidillas de cigarrillos y el humo disperso me prometió tranquilidad. La calle que veía desde el ventanal quería descansar, los perros arrastraban los residuos lamidos por los lobos que bajaban a esa hora desde la montaña. Me mantuve inquieto mientras transcurría la madrugada de Noviembre, mi vaso pedía más de la botella hasta recibir la peor noticia que se me anticipo bien temprano. Yo lo sentía, la vi entre mi humo, tomó de mi bebida y piteo de lo ultimo del cigarro. Mi madre no se atrevió a llamarme, me dejo un mensaje en el contestador. La Abuela Elisa había muerto.

10 agosto 2012

Guerra, Pecado y Significado (Cap 23)

Mi comportamiento dejó claro en la oficina durante semanas que algo no estaba bien dentro y fuera de mí. Me dije que lo peor ya había ocurrido, pero ¿podría pasar algo más después de esto? Siempre las situaciones se superan una con otra, escuche algo superador de mi anécdota y no me asuste. Se me llamó a la sala de reclutamiento de personal, en cuanto me senté, el jefe de área se levantó para llamar a María con grito de sargento desde el pasillo, la psicóloga. Estaban ellos, yo y mis dos manos debajo de mis piernas en aquella silla, mis ojos no hacían foco sobre lo que observaban, solo miraban borroso. Ellos hablaban, no oía que, quizás no quería oír. Sonaba música que solo yo escuchaba. Un chasquido frente mío me despertó. - Le pido por favor que no falte más, llega tarde y su desempeño esta por debajo de lo aceptable. Piense que todos tenemos problemas, queremos verle siendo otra vez ud. Retírese y vuelva mañana. Tome mi música, caminé con pasos cortos, Salí hacia la calle de regreso a casa. Llegué, y antes de ingresar me frenaron los pies sin que les de la orden. Gire 160° y volví hacia la vereda, di diez vueltas a la redonda antes de decidirme ingresar nuevamente. Reconocí que mirando hacia arriba se puede descubrir edificios que siempre estuvieron y que nunca antes los había visto. Hay más gente allí, en aquel de la esquina. Señalé un último piso en donde, desde su balcón caía feliz una enredadera colmada de frutos florecidos. ¿Quien vive allí?, debajo del cartel luminoso de publicidad. Esa luz rosa titilante, que bella se ve de noche. Continúe caminando. Estamos tan interesados por encontrar dinero en el suelo que llevamos la cabeza gacha, la calle no es una mina de minerales, no hay oro ni diamantes por doquier. Queremos llegar rápido al trabajo, vivimos tan de prisa, hablamos sin pausa, comemos tan veloz que olvidamos lo que hay en el plato. Hemos dejado de mirar a los ojos, ya no se dice, ¡Buen Día!, ya no se pide disculpas cuando tropezamos sobre el pie de alguien. Estamos tan sobre el segundo que nos olvidamos del minuto, de la hora y del día. Antes de cruzar la calle marcando verde y sin esperar a rojo el semáforo, me dije, mas vale perder un segundo en la vida, que la vida en un segundo. Sonreí al mirar los rostros apurados de aquellos que cruzaban cuando no se debía. Vivimos en una Metrópolis, allí retumbó la frase de mi jefe, “todos tenemos problemas”. Quiero que el mío deje de ser uno más. Se me dibujó otra sonrisa arriba de mi tristeza. Antes de poner un pie sobre la alfombra deje la puerta abierta, mire hacia ambos lados, quería sentirme seguro de que Luciano no estuviese allí. En cuanto respire aliviado cerré dejando la llave en cruz. Debo tomarme un tiempo para pensar que hacer con todo esto, necesito plantarme firme y descartar la posibilidad de cualquier otro episodio. Es difícil pretenderme fuerte cuando aun me duele el pescuezo, me es difícil no llorar ahorcado a mi almohada cuando pregunto porque me ocurre esto a mi, pero de inmediato digo, ¿porque a mi no?. Me telefoneó mamá, antes de decir hola se escuchó, ¿Estas bien? Hablamos de todo un poco, menos de eso. Propuse mudarme y abuela Elisa organizó visitarme para ayudarme, quería supervisar ella misma donde y como viviría. Quiere verme bien, antes de colgar me preguntó por el, me quede en silencio y antes que yo respondiera dijo, les envié una carta, ¿les llegó? - Colgué sin despedirme. Me despegue del teléfono dejándolo caer, corrí hacia el buzón de cartero, entusiasmado revise la correspondencia en busca de la carta hasta encontrarla. Llevaba su perfume, era su letra. Mi querido Ignacio; Espero que lo estés pasando cada día un poco mejor. Yo creo que lo conseguirás como lo estas haciendo hasta ahora, con sacrificio. Ignacio, como siempre cuentas con mi apoyo en tus decisiones de hacer tu vida. Siempre que sea para tu progreso personal. Lo que me haría muy feliz es verte estudiar tal como lo charlamos. Yo te quiero mucho y acepto de tu decisión de vida personal. Solo te repito que te cuides mucho y abrí tus ojos en cada paso que te toque dar. Te mando dos mantas, de las que he tejido yo. Te cuento que tal vez viaje a visitarte, eso, si sigo bien de salud. Para tranquilidad de todos ya esta resulto. Decime que te hace falta y si yo puedo te resuelvo tus problemas. Cuídate mucho y no te olvides que aquí hay una viejita que te extraña mucho y te quiere un montón. Envíale muchos saludos a Luciano. En cuanto pueda te llamo. Un beso grande de tu Abuela Elisa. Una madre sabe cuando un hijo esta en peligro por mas distante que se encuentre de el, es un presentimiento, una señal que la lleva a recordarlo. Me leyó la mente, supo entenderme sin necesidad de emitir palabras delatadoras. Solo el café negro mantenía mis signos vitales en regla, mi adicción por la oscuridad y la pereza acaparaban las 36 horas que tenia mi día. Trabajaba tres de cinco días a la semana. Si llegaba a horario me retiraba antes, y viceversa. Cuando estas depresivo abres la ventana, ves lo bien que se ve afuera y la cierras para no contaminarte porque aunque quisieses no puedes estar bien. Recibía visitas cada tanto atendía a la puerta, cada tanto la escuchaba. Un día sin recordar cual, encendí la cafetera eléctrica como todas las mañanas, mas bien como todos los días sin recordad que hora. Abrí a dos aguas los cristales quitando el cobertor de ellos y deje penetrarme por el sol. La piel cambio de color, circulaba aire cálido, de verano. Los hombres llevaban shorts al cuerpo, se ejercitaban a trotes sobre el césped de la plaza de enfrente. Pude divisar sobre uno de ellos la gota de sudor que resbalaba por su cuello. Enérgicos levantaban sus piernas para no perder el ritmo, se palpaban los abdominales y continuaban sudando. Mis sentidos llevaban binoculares, receptaban hasta la respiración. Me excité e inquieto, llevé mi mano allí abajo. Sin desnudarme acaricié mi pecho hasta erizar mi pezón. Entré en calor como si estuviese allí afuera, con ellos. El mas esbelto se quitó la camiseta y elevó su botella de agua fría hacia la cien, humedeció cada parte de su cabello. Parecía una roca, el agua se hizo cascada, el agua recorría sus recovecos, mojó su short blanco. Me sostuve sobre el cristal empañado de mi ventana, había humedad. Mis manos a pasos agigantados provocaban ganas de querer ir por el. Necesitaba apegarme a su boca para mordisquearla con mis dientes, lo mire secando su espalda contorneada de músculos, me sentí flotando, fantaseé sobre su pelvis. Explayé por completo, caí sin paracaídas y me emocioné al verme resucitado.

04 agosto 2012

El Suelo de Atraversiamo (CAP 22 )

El ring del timbre que escuché sonaba nervioso, tres zumbidos consecutivos de llamada apurada desencadenaron en pensar que cuando vives en un piso alto te sorprendes cuándo llaman a tu puerta antes que a tu portero, entonces me acerque con ese sentimiento al abrir mientras quedaban inconclusas seis copas sobre la mesa junto a un panecillo de anís que acompañaría la cena con mis amigos esa noche. Sin mirar por el cerrojo abrí la puerta y de inmediato me explotó todo un cuerpo sobre el mío. Luciano ingresó brusco, tal como cae bolsa de cemento sobre el hombro de un obrero, violento como viento que cierra ventanas de lata. Lo mire sin poder creerlo, dio dos giros de llave, la quito y la guardo en su bolsillo. Sus manos, frías, mas pequeñas que las mías, me ahorcaron entrecerrando el ingreso de oxigeno. Me vi obligado a permitir estamparme contra la pared, me vi amarillo como ella. Voy a matarte, voy a vengarme, voy a despellejarte, amarte, tocarte, violarte. Voy a hacerte pagar todos los daños, todos los dolores, todos los desamores. Se fruncían los músculos de su rostro al mismo tiempo que se rayaban maxilares y premolares. Acelerado, sin drogas en el cuerpo, sin alcohol, dinamita detonada por la rabia y la ira manejada por el diablo, por algún justiciero de alcantarilla, por algún abogado desempleado, me empujó, me tiró, me zamarreó, me subestimó. Me levante y caí, rendido agobiado por sus golpes. Le miraba para encontrarme dentro de sus ojos, pero él llevaba los ojos para atrás, blancos, ya tú sabes. Formaba parte de la alfombra y olía a sangre mía. Llevaba trece cortes en mis brazos, seis dolores diferentes, nueve marcas de sus dientes, catorce pisotones en mi cara y una herida lógicamente localizable. Mi garganta gritaba hasta quedarse muda, mis ojos eran satélites sedientos de libertad en pleno desierto. Intentaba buscar un hueco para huir como si mi casa fuese una cárcel, la cocina una celda y el piso el banquillo de algún juicio. Mi juez era él y mi único testigo era Dios. La ventana estaba abierta, corrí desesperado para llegar a mi meta de atleta como si kilómetros me separaran de ella, llegué y grité tan fuerte como pude, sentía como se desgarraban mis cuerdas vocales, sentí vértigo cuando me percate que él estaba otra vez sobre mí. Ya me tenía amarrado desde el cuello. ¿Quieres saltar?, ¿Quieres saber a que huele el piso de allí abajo? Estoy aquí porque Te Amo, porque me perteneces solamente a mí, dijo sin vergüenza. Yo no lograba hilar ni una palabra con éxito, él me pedía que dijese algo, que respondiese a sus preguntas. Estaba atrapado, no me dejaba salir, sólo buscaba que lo perdone, que lo ame. Buscaba hacerme sentir todo el dolor que él llevaba en su pecho desde que terminamos nuestra relación infernal. Esto ya había pasado antes cuando vivíamos juntos pero en menor intensidad, claro. Todo empieza con algún agravio verbal o alguna verdad perforadora de corazón. Entonces cuando logras equilibrar la conversación y una de las partes entendió que se equivocó, que dormir con tres hombres después de una fiesta, que llevar la imagen de alguno de ellos en tu celular no es correcto ni aceptable cuando llevas tanto tiempo en familia. Si no me quieres pues dímelo así puedes dormir con cuantos tú quieras y así llevar sin culpa la lista de promiscuidad en tu espalda. Si no me quieres de verdad como dices cada vez que te arrodillas para pedirme perdón después que descubrí alguna mentirilla mas, dímelo así puedes filmar tu decima película porno mientras lo haces con él en mi cama. Fui oportunista un segundo en su descuido mientras encendía su hierba. Me encerré en el baño. Estaba desarmado, en estado de pánico. Recuerdo haber quitado los espejos porque no quería verme. Cayeron al suelo convirtiéndose en partículas de brillo sobre la ducha. Abrí el grifo y con agua fría circulando entre mis recovecos me adueñe de una esquina dentro de la bañera. El desagüe se llevaba en remolinos mi sangre escamada. El tinte rojo circulaba sobre el agua acumulada alrededor mío. Hacia frío y recordaba el calor que sentía cuando dormía a su lado. Era reconfortable aliviar mi tembleque sólo con la mente. Por momentos oía caer los cajones de mi armario. Algo, él en la sala buscaba. El agua seguía corriendo, mis dedos estaban arrugados, señal que ya llevaba bastante tiempo en el agua. El encargado se seguridad llamó a la puerta, Luciano dijo: – no hables, ni grites porque voy a tener otro motivo más para matarte. Llevé las manos hacia mi boca para no emitir ningún sonido. Abrió la puerta, el guardia pregunto por mí: – ¿Está Ignacio? Lo buscan en la sala de ingreso, agregó. -Ignacio no está, salió y no volverá hasta más tarde, respondió. Me desmaye. Revoloteaban las cortinas de la habitación, rodaban en el suelo las copas entre sí. Veía luz de sol por la ranura de la puerta. Había amanecido y no se oía ruido alguno que me lleve a pensar que Luciano estaba aun allí. Salí del baño con miedo, miré hacia ambos lados. Me sentía veterano de guerra, dentro todo era un caos. Las paredes estaban escritas. “Sé que he obrado mal, sé que he perdido a un gran Hombre, por todo eso me voy”. Me paré sobre un costado, todo giraba. Se me presentaban pantallazos de lo que había sucedido. Adolorido, llorando arrepentido y con culpa rezaba en voz baja para que Dios me salve. El dolor más grande es el que viene de la rama del Amor. Me dolía el Amor porque no comprendía por qué tenía que pasar yo por esto. Yo me separe amando viralmente. Me separé porque los celos sin motivo de él hacia mí nos volvían distantes, toscos. Sólo nos encontrábamos cuando hacíamos el amor. La persecución más grande en su mente era la sobreprotección, él no quería que yo le hiciese lo mismo que él me hacía. Yo jamás, si le amaba. Llegué a concluir que quizás se me estaba castigando por haber abandonado a mi familia, a mis hermanos aquella vez que me fui de casa para amar con paz. Reciclé el resumen y me dediqué a comunicarme con mis amigos. Deberían de estar preocupados. Noté que se había llevado mi teléfono celular entre otras cosas de valor. Me senté en las sillas de todas las casas, mis amigos lloraban conmigo. Tenía marcas por todos lados. Debía hacer la denuncia, esta vez no podía pasar como si nada. Junté todas las veces que me había hecho algo parecido durante los cinco años de relación y me dirigí hacia el cuartel de Familia. Hablé serio, dije la verdad. Estuve cómodo, no sentí vergüenza. Vengo a denunciar a mi ex pareja, se llama Luciano. Les observé los rostros, ningún policía hizo gesto de burla. Di por noticia que no era el único que pasaba por esto. Cientos de casos por día se presentan, me sentí aliviado. ¿Quieres que apliquemos Ley sobre él? ¿Quieres que no pueda acercarse a ti dentro de los cien metros a la redonda? – Quiero vivir en paz, no quiero morir, dije. Caminé de regreso a casa, limpio, decidido a enfrentar todo lo que vendría. De a ratos lo imaginaba preso, en el suelo de alguna celda. Me dolía el pensamiento. Mis diamantes no son de plástico, mi oscuridad tiene luz y mi vida no esta devaluada. Saldré de esto como he salido tantas veces, encendí un cigarro y cruce todos los semáforos en verde.