02 enero 2013

POS OPERATORIO (Cap. 25)

Su corazón dejo de latir, sus ojos dejaron de observar las mañanas de su jardín. Su despedida estuvo escasa de lágrimas, ella hizo buenas cosas antes de viajar. Organizo a sus hijos, me visito en mi nueva casa y hasta se percató de alimentar a Rima, su gata blanca. Sobre su cama hecha, como con una sonrisa, como con un hilo de dialogo que se mantenía en el aire cuando la mirabas, ella se fue de gira y en ese debut de otra dimensión, todas las puertas se abrieron en las calles aledañas para despedirla. Todo lo que sucedía en mi vida, tienen un porque. A veces muy difícil de comprender, otras lógicamente entendible. El fin de algo para el comienzo de algo mejor o de otra cosa. Debo construir eso mejor que quiero para mi vida, debo expandir mi mente y trabajar duro para extirpar pensamientos y recuerdos benignos. Como cuando diagnostican cáncer. Cruel, duro y de batallas sin espadas. Sometiéndome de ahora en más a curas con incencio, respiraciones profundas y alineamiento de mi estructura. Corazón, mente y cuerpo. Perder sin haber aceptado las reglas habiéndolas leído es esperar que el juego acabe mal en cualquier momento. Sin aviso, en un día hábil o de puente, pero yo gane la partida de ajedrez más larga de esta etapa de mi vida, una partida contra tres reyes, cuatro torres, nueve caballos y veinte alfiles. Ilegitima partida. Mi escuadrón de hierro y oro blanco lucho contra tremendo batallón perdiendo en toda la jugada a gran parte de sus hombres guerreros. Justo después de un mal movimiento, mi Rey grito Jaque Mate. El tablero se cerró rápidamente hasta convertirse en un cubo del tamaño de una caja de fósforos. Sobre mi mano, lo lleve hacia mi bolsillo retirándome del juego triunfante para que catorce meses después entienda que rehacer viene de reconstruir, reciclar, remodelar, decorar. Rehacer mi vida significo empezar de nuevo en todos los sentidos. Empezar de nuevo rehaciendo lo que se hacer con lo que tengo o con lo que me quedo. La palabra rehacer, no debería existir. No podemos rehacer nuestras vidas con lo que quedo porque ahí estamos utilizando todo lo que nos dejaron para decorar algo que queremos convertirlo en nuevo. Para empezar de nuevo, se empieza de cero, sin absolutamente nada. Allí, en ese ámbito cero, nuestra mente construye pensamientos nuevos con cosas nuevas, que van desde los objetos, la ropa, los muebles de casa y hasta las sabanas. A diferencia de otros casos, como el de una mujer que quedo en la calle porque el ex marido le quito legalmente después de juicios todo lo que construyeron como familia sin saber este que le estaba haciendo el bien, le estaba dando la llave secreta del empezar de cero. Yo me quede sin nada inconscientemente de a poco. Luciano me dejo la alcantarilla repleta de deudas, tarjetas de crédito con mora, y un sin fin de inconclusos numero con negativo adelante. Vendí, cada uno de mis muebles para pagar aquello, todo lo que equipaba nuestra casa se fue en una mudanza por menos de la mitad de su valor. Así, sin darme cuenta, me desligué de todo lo que teníamos. Mientras esto ocurría, en aquel nuevo hogar intentaba rehacer mi vida. Entonces siempre erraba sobre lo mismo. Quería reconstruir con cosas que solo me anclaban a seguir remodelando, y en realidad lo que yo debía hacer es básicamente empezar de cero. Sobre esa etapa, conocí muchos hombres dispuestos a rellenar mis recovecos, algunos me dejaron, otros y en su mayoría los dejaba yo cada vez que aparecía Luciano. Sí, nos vimos infinitas noches sobre mi cama, cansados de hacer el amor como a nuestros otros se les antojaba, cansados de no ser entendidos, cansados de comida delivery, cansados de masajes de spa. Enfermos los dos, nos extrañábamos. Nos necesitábamos algunos días para seguir viviendo hasta que aparecían los otros en nuestros caminos. Si tuvieses el pelo como antes quizás me enamoraría de vos otra vez, me dijo entrelazado sobre mi cuello, atado de cintura con la mía. Me deje caer una lágrima pidiéndole que se vaya, estamos haciendo las cosas otra vez mal. No quiero perderte, nunca volveremos a ser como fuimos, porque el tiempo ya paso, respondí mientras cerraba la puerta del ascensor. Tres días después pase por su casa y estacionado estaba el auto color plata que reconocí anos atrás fuera de nuestra casa antes de separarnos. Por mi culpa, por mi maldita culpa, dije. Sigo intentando rehacer esto con los materiales y el polvillo que dejo el Huracán de Tokio. Yo soy el único responsable, el único que tiene el poder, la facultad y la necesidad de cambiar. Fina la línea que separa del mapa las ciudades del volver a empezar y empezar de cero. Estoy sobre la cordillera, un pie aquí y el otro allá. Debo caminar por la ciudad de empezar de cero y construir muros para no mirar hacia atrás, para no escaparme, para no confundirme otra vez. Siempre que puedo, pienso. Siempre que estoy solo, lloro. Siempre que me gusta alguien, huye. Siempre que quiero, se acaba. Siempre cuando amanece, perdono. Siempre que me acuerdo, rezo. Siempre que me llaman, cuelgo. Siempre que me besan, muerdo. Siempre que te veo, siento. Siempre que respiro, vivo. Siempre cuando me hieren, olvido. Siempre que cosecho, talo. Siempre que sonrío, crezco. Siempre que me abrazan, vuelo. Siempre que me buscan, conquisto. Siempre que canto, razono. Siempre que hago el amor, repito. Siempre cuando tienden una mano, agradezco. Siempre que sueño, lo hago realidad. Siempre que me enamoro, tiemblo. Siempre que busco, desvivo. Siempre cuando pienso en el amor, imagino. Siempre que espero, tarda. Siempre que tarda, llega. Siempre que intento, gano. Siempre que conduzco, choco. Siempre que camino, sudo. Siempre que quiero empezar de nuevo, empiezo desde cero. Siempre que Siempre que Siempre que Siempre que Siempre que Puntos suspensivos.

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