21 noviembre 2010

Jaque Mate (Cap 12)

Me enamoré inmedíatamente de su amplia sonrisa, yo recuerdo que había intercambiado mails antes pero nunca me había respondido entonces quedó todo en reposo. Nunca antes lo había visto y mucho menos había oído su nombre,una tarde acordamos en vernos sobre la vereda del cine de la ciudad
pero ese mismo día había discutido con mi madre por los horarios y los permisos que me daba,
entonces no pude estar presente en aquella cita pero luego llamó a casa y re programamos
la salida acordando ir a un club nocturno.
Ahí estaba el, medía un poco menos que yo, era igual al de la foto, llevaba un sobretodo marrón, entre cuadras ya distinguía su sonrisa. Me acerqué y quedé envenenado entre su perfume, parecía una película, las luces que iluminaban la cartelera de estrenos esa noche se encendían cada dos segundos, la luz golpeaba sobre su mejilla derecha, se levantó de la escalera de acceso y empezamos a hablar espontáneamente de nosotros, no dejaba de observarlo, sabia hasta cuantas veces pestañeaba por minuto. Nos divertimos mucho esa noche, un par de mujeres nos rodeaban en la pista y cada uno de nosotros tomo a una de ellas de la mano invitándola a bailar mientras sonaba una canción que al parecer ambos habíamos escuchado antes, en los estribillos nos mirábamos levantando nuestros índices. Nos retiramos antes que el dj toque la ultima canción, hacia mucho frio, nos disparamos detrás de un árbol y me abrazó dulcemente, me adormecí en su hombro hasta que un desliz provocó el principio de un beso apasionado. Sus labios traspasaban los míos, mi piel tomó calor por rozarse con la suya, estábamos excitados solo de estar abrazados. La patrulla se acerco a mirarnos, bajaron dos policías a hacernos la requisa y después se fueron, nosotros procesamos detrás del coche mientras ellos avanzaban hacia la calle principal. Luciano tomó luego un taxi y yo caminé hasta casa ya que no estaba a más de cuatro manzanas desde donde despedí sobre el taxi a Luciano.
Era el 18 de septiembre del 2004 cuando esa madrugada volvía a casa, ese mismo día Sebastian cumplía años y yo sin que el lo supiese ya lo había cambiado. Veía a mi vida como a un tablero de ajedrez, moviendo de aquí para allá mis piezas, la primer fila de cuadrillos estaba formada por mis propias defensas, la segunda representaba mis sentimientos, la tercera mi cuerpo y alma, por ultimo la cuarta, formada por la torre y los reyes que representaban mis recuerdos.
Dicen que la torre es como un árbol y en las cartas del tarot arcano simbolizan buen augurio dependiendo si esta sale del derecho o hacia abajo. Ahora debía encontrar a quien manejaba mi vida convertida en fichas, quien movía mis casilleros en realidad, era yo me pregunté, era dios? no lo sé.
Había sin darme total cuenta derrotado al Rey de mi contrincante ficha por ficha y es allí donde pensé si estaba jugando bien la partida.
Aquella tarde nos reunimos en la habitación junto a Sebastian para retirar cada uno sus pertenencias, pensé que llegaba temprano pero el ya estaba dentro tirado contra una esquina, moribundo, lloroso, asustado. Me acerqué junto a el y lo recogí de a pedacitos de el suelo, le pregunte que era lo que le pasaba y silabeando dijo, no me dejes por favor, yo te Amo.
Empezaron a caer lágrimas de mis ojos, estaba triste por el no por mi. Me senté junto a el mas tarde y oponiendome a su abrazo dijo que si yo fuese una mujer también se hubiese enamorado de mi. Por primera vez sentí recorrer el amor por mis brazos, nunca antes había sentido amor verdadero, ni de mis padres, ni de un hermano, nunca antes.
Nos besamos como si el planeta tierra tuviese dos minutos de vida, bésame y házme el amor, déjame unirme a tu cuerpo, dájame devolverte en besos todo el amor que siento por vos, quiero devolverlo porque no puede quedar encerrado en mi, no sabría que hacer con el, nadie lo
podría tomar porque es muy grande, no cabería en ningún ataúd porque el amor esta en el aire, el amor esta por todos lados, es como un gas que si esta junto a su otro componente se vuelve sólido y cuando este desaparece se vuelve gas, repuso.
Nos quedamos dormidos traspasados en alma y cuerpo, mientras soñaba que caminaba por una pradera color maíz llena de caballos blancos que galopaban a todo motor, yo corría detrás de ellos para devolverlos al corral de alambres púas, pero si que eran veloces, agitaba mis brazos para que me vieran pero no entendían mis señas, me rendí, estaba agitado, sin reparación, sin control de mis pulsos escuchaba solamente perderse el temblor que provocaban los caballos con alas sobre la tierra. Me desperté muy angustiado, di medio giro sobre la cama y estire mi brazo derecho
como si nadara sobre las sabanas azules, encontré solo un recoveco frío, Sebastian no estaba junto a mi lado. Me tiré hacia el piso en busca de el, las ventanas del tercer piso de nuestra habitación estaban entre abiertas, las cortinas blancuzcas revolucionadas por la corriente de viento frío que las atravesaba intentaban decirme algo, entonces me enrede entre ellas al momento de posarme sobre el ventanal, miré lentamente hacia el cielo cuando al bajar la vista reconocí sobre el tejado gris del primer piso el cuerpo de Sebastian ensangrentado, de espaldas
hacia mis ojos claros. Quería saltar en busca de su rescate, quería ser como los super héroes, de esos que vuelan para salvar a quienes se caen de gigantes edificios. Me atraganté entre
mis gritos, me di palmadas sobre el pecho culpándome, Sebastian estaba muerto, habia terminado con su vida a los veinte y nueve años. El amor que nos teníamos se había vuelto gaseoso y circulaba entremezclado con el viento. Bajé por las escaleras, el tropiezo me salvó de saltar casi doce escalones antes de llegar a el lugar, la puerta vidriada del primer piso estaba cerrada, tomé el matafuegos de la recepción y rompí el cristal para ingresar hacia donde yacía Sebastian, cai arrodillandome sobre los vidrios y lo sostuve entre mis brazos pidiendo a gritos que regresara en si, pidiendole a dios que me devuelva los caballos blancos de aquel sueño que tuve. Senti que dos hombres me desprendian de su cuerpo, me quitaban de sobre el hasta que desmayé por el forcegeo de los uniformados. Desperté al dia siguiente sobre una camilla en el hospital central, la primer imagen que tuve fue la de mi abuela que me abrazó fuertemente
cuando vio mis ojos abiertos, lloré mares sobre sus hombros hasta que recordé que quien llamaba a los caballos blancos desde el otro lado de la pradera color maíz era Sebastian.

No hay comentarios:

Publicar un comentario