He
vuelto a relatar, a escribir porque me conmueve. Proliferan las bacterias,
remodelo el techo de mi casa y evito los ruidos constantes. Me quedé dormido
entre las palabras de este cuento, el huracán de Tokio, el nido vacío del ave
que ya nació y los besos de abuela Elisa siempre formaran parte de mi espíritu.
El otro día, en mi dormido coma inducido soñé con Luciano. Su pie de elefante
me presionaba el pecho otra vez y al terapeuta le dije que superarlo no puedo.
Pasó
un tiempo desde las citas buscando amor y cuando me llegó no me llenó. Aún sigo viéndome vacío, como el rio. No
estoy perdiendo mi tiempo, sigo
aprendiendo, sigo dormido.
No
logro ser mejor persona, me cuesta ser algo que no soy. No sé qué es ser feliz,
¿Ud. Sabe que es ser feliz? soy un adjetivo peyorativo, un montón de manojos nerviosos,
cayos mentales y sincericidios crueles.
Lo
conocí una tarde noche de verano frio, lo busque en la terminal de ómnibus, conté
treinta y cinco pesos en mi bolsillo antes de tomar un taxi para llegar a
tiempo. Ya estaba ahí con cara de preocupado. Estuve allí con cara de asustado.
Una sonrisa me mantuvo observándolo mientras me acercaba para saludarlo por
encima de su mejilla. Aquella noche no
quiso volver a su casa, nos enamoramos dos días después y luego no nos
separamos más. Quinientos días a mi lado
bebiendo del mismo vaso lleno, comiendo porquerías, dándole medios besos porque
si, siendo el rey de la fidelidad. Ya no quiero quinientos un días porque las
mentiras y traiciones no se las lleva el viento.
Cuando
el cadáver es muy pesado luego de cremado las cenizas no se las lleva el
viento.
A
mi edad, veintiocho pero llevo vivido cien, hay ciertas cosas que en mi currículo
no caben.
Todos
los seres en este planeta y los que vendrán también están destinados a algo. Quizás
yo a no ser amado sino odiado.
Una
misión oculta existe y debemos cumplirla. Si llegás a descubrir tu misión y la cumplís,
vivirás una reencarnación una vez muerto. Los malos no serán excluidos porque
cuando el cuerpo muere no hay dos puertas, una clara y una roja. No hay filtro
UV ni colador de café. Todos entramos por el mismo sitio. Una única puerta color
negro que cuando la atraviesas y caminas el kilómetro del limpio con tus
papeles a cuestas allí recién ves la luz.
Quedas
por un momento encandecido, todo huele a océano y se puede oír el crujir del pabilo
de alguna vela encendida, quizás acabando. Hay como una especie de neblina que
se corre al dar tus pasos, apresurada no quiere que la pises, como si caminara
sobre agua que se divide en dos abriendo paso y peces saltarines van de un lado
al otro formando un medio círculo, como la aureola de María cortada el medio. Si tienes hambre no tomarás con ambas manos un
pez.
Quedan
tres meses y doce días para nacer nuevamente. Me acobija un vientre perfecto,
afuera debe ser verano, agua de mar choca sobre la panza de mi progenitora, ¿Cómo
me llamarán? ¿Tendré padre presente? ¿Cuna de oro o moisés? No lo sé, no me
importa.
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